domingo, 28 de noviembre de 2010

Ninguna vivienda vale una vida humana, pero sí la lucha contra la tiranía del sistema.


Carta de José Luis Burgos a todas las personas que le prestan su apoyo.


La democracia, con gobernantes corruptos que sucumben a los intereses de un capital de minorías, puede convertirse en la peor de las dictaduras. Los ciudadanos que con su silencio se resisten a denunciar esta situación, forjan su negro destino y alimentan al verdugo de los débiles, con una complicidad que tal vez algún día deban explicar a sus propios hijos.

Queridos compañeros y amigos:

Hay momentos que en la vida deben tomarse ciertas decisiones difíciles, tal vez controvertidas si queréis, porque estoy seguro que muchos de vosotros compartís mi lucha pero no el modo de llevarla a cabo. Ciertamente, es una paradoja luchar contra tu enemigo debilitando tu propio cuerpo con una huelga de hambre, tal vez esa forma de proceder defina mi naturaleza.

Nací hace 48 años en una humilde familia de ocho hermanos. A los dieciocho meses de vida fui víctima de la polio, tras una infección vírica que azotó a una gran parte de la población infantil española. Ese era el primer palo que recibía como consecuencia de una dictadura franquista, que decidió emplear todo su presupuesto en la construcción del famoso Valle de los Caídos, ignorando a miles de niños que fueron vacunados, los más afortunados, entre 4 y 5 años más tarde que el resto de países europeos o que en Estados Unidos, a pesar de la contundente campaña mundial que se lanzó recomendando a todos los gobiernos que debían vacunar a esa población de indefensas criaturas. Fue una absoluta negligencia de la Administración Sanitaria de la época que marcaría la vida de miles de niños inocentes, privilegiados podríamos llamarnos, ya que hubo muchos que por falta de recursos no superaron la afección y perdieron sus vidas. Sin duda, un infanticidio sin precedentes en nuestro país, culpa de la tiranía de un dictador y su sistema.

A partir de ese momento comenzó mi crisis, pero también mi lucha por sobrevivir. Superar una niñez muy complicada, la dualidad por el deseo de una adolescencia exultante, contra las limitaciones físicas y los complejos. Luché por tener una vida similar a la de cualquier persona, por tener una formación, una familia, un trabajo digno, para que mis padres no sufrieran más de lo debido, que vieran que no pasaba nada. Buscaba una felicidad que parecía haber encontrado.

Creíamos que el final de la lucha se acercaba y obteníamos nuestro premio. Esos niños crecieron y se hicieron mujeres y hombres, habían conseguido una estabilidad que les acercaba a esa felicidad. Pero no fue así, la vida se ensaña de nuevo con nosotros, aquello no fue más que un aperitivo en nuestro gran banquete de sufrimiento, el plato fuerte estaba por servir, pero a los comensales invitados no nos habían advertido de ello. En la actualidad, muchos de nosotros nos vemos afectados por el denominado Síndrome Post-Polio.

La post-polio es una afección neurológica que produce un conjunto de síntomas, como son la fatiga y la debilidad muscular progresiva con perdida de función acompañada de dolor, sobre todo, en músculos y articulaciones, además de atrofia muscular, problemas respiratorios, etc.

Se cree que la causa radica en una utilización excesiva de las neuronas motoras que quedaron vivas, a lo largo del tiempo, sufriendo un agotamiento metabólico, que conduce a una incapacidad para regenerar nuevos axones que reemplacen a los que se degeneran. Si el virus de la polio mató el 50% de nuestras neuronas motoras, el otro 50% restante ha venido haciendo a lo largo de todos estos años un sobreesfuerzo importante para cubrir, en la medida de lo posible, esas carencias. Y vosotros os preguntaréis si algo así, que parece de tan lógico razonamiento para cualquier neurólogo que se precie, no se sabía y se podría haber prevenido. Esa misma pregunta me la hago yo con mucha frecuencia.

A mis 48 años de edad, en plena madurez intelectual, es lamentable estar sufriendo las secuelas tardías de una poliomielitis que, tan lenta y dolorosamente nos está causando una incapacidad para el desempeño de nuestras labores y vida cotidiana. Es lamentable que no recibamos la atención médica adecuada para retardar, o revertir los síntomas, y posibilitar la continuidad de nuestras vidas productivas. Es lamentable que tras largos años de esfuerzo y sacrificio, tengamos que vivir una nueva batalla para la cual nos encontramos absolutamente indefensos e ignorados por nuestros gobernantes.

Ninguno de nosotros, de esos niños afectados, podíamos imaginar que varias décadas después de sufrir la polio y haber luchado por normalizar nuestras vidas, volveríamos a atravesar por la tortura de este segundo episodio. ¿En qué piensan las autoridades sanitarias de este país? ¿Cuándo van a reaccionar ante nuestros problemas? ¿No piensan hacer nada por nosotros? ¿Esperarán a que transcurra el tiempo y poco a poco vayamos desapareciendo?

Pero esto, amigos y compañeros, no es más que un caso entre las miles de injusticias que a diario se cometen en nuestra sociedad. Mi caso no es ni más ni menos dramático que el de cualquier persona con o sin discapacidad.

Han sido muchos años de esfuerzo y periplo profesional por cuenta propia, tras 17 años como profesional libre tuve que abandonar mi despacho por no poderme centrar en el como debía, el deterioro físico y mental que estoy atravesando rompió por completo mi vida y la estabilidad de mi familia. Se hundieron con rapidez unos pilares que me habían costado mucho construir. A partir de ahí comienza un camino duro, ¡durísimo! Algunas de las amistades que creía tener y a las que tanto había beneficiado con mi despacho me dieron la espalda y me ignoraron.

Obligado a iniciar una nueva vida con más limitaciones y reducida movilidad que antes no tenía. Hacer frente a los compromisos y obligaciones contraídas con una planificación de vida que nada tenía que ver con la de ahora, una falta de comprensión y sensibilidad total por parte de agentes económicos e incluso sociales. Pero sobre todo, una falta de conciencia política y una total ignorancia que te hacen sentir, después de haber aportado mi granito de riqueza y pagado tantos impuestos, como residuo humano al que después de haber utilizado se desecha.

En la actualidad me encuentro afectado por una nueva discapacidad, como resultado de una severa escoliosis en la columna que antes no tenía y que me ha dejado en una silla de ruedas. Esta nueva situación ha derivado en una gran invalidez, que me ha sido reconocida por las Autoridades Sanitarias de Cataluña, concediéndome la pensión pertinente por dicho concepto. Tras el importante recorte de ingresos que sufrió mi economía familiar, me vi obligado a hacer uso del seguro que tenía contratado con el Banco de Santander, para liquidar la hipoteca que poseo con ellos. Estos degenerados y sinvergüenzas, en lugar de satisfacer el importe de la prima que cubría el seguro y a la que tengo derecho para cancelar mi hipoteca, han decidido no pagarme un céntimo y embargarme la casa. El motivo que argumentan es que desconocían mi discapacidad anterior y que si lo llegan a saber nunca me hubieran hecho un seguro. ¿Alguien cree que una parálisis en las dos extremidades inferiores se puede esconder?

Lo he intentado antes de tomar esta determinación: Tal y como podéis ver en mi blog, estuve un par de meses protestando ante las puertas de la central del “Banco de Satán” en Barcelona. Fue humillante la falta de atención y desprecio que sufrí por parte de los responsables de esta entidad en Barcelona. Después de esos dos meses decidí ampliar mi protesta a otras ciudades españolas, pero haciendo gala a la gran suerte que me acompaña estos últimos años, al tercer día de estar en Zaragoza ante las puertas de la central de esa Comunidad, sentí un fuerte dolor en un costado y comencé a orinar abundante sangre, lo cual me obligó a abandonar mi lucha y regresar a mi domicilio. Un sinfín de pruebas médicas y analíticas acompañadas de un largo período de reposo. Reposo que se ha visto alterado nuevamente por estos crápulas de Satán, que siguen en su afán de ganar dinero a cualquier precio, incluso robando a los más débiles.

Esta es la segunda dictadura a la que tengo que enfrentarme, la dictadura de los mercados financieros, mucho peor que la primera que me tocó vivir. Mi lucha personal contra la tiranía totalitaria que se está implantando en el mundo, no cesará mientras me queden un mínimo de neuronas semi-sanas. Soy una de las personas débiles de este sistema y como tal, considero que mi lugar está al lado de los débiles, ayudándonos a superar los atropellos que sufrimos a diario y, combatiendo como lo he venido haciendo durante toda mi vida.

Agradezco enormemente las muestras de afecto y apoyo que estoy recibiendo estos días. Soy consciente de que me esperan unos días muy difíciles, tremendamente inhumanos, pero también soy consciente que no haciendo nada estaré más muerto que vivo el resto de mis días. Mi éxito no depende tanto de mi propia hazaña, sino del apoyo que reciba de todos vosotros y de la manifestación que hagáis en el mismo lugar de batalla, cada uno en la medida de sus propias posibilidades. Ganaremos esta batalla, y para entonces no habré obtenido un éxito personal, sino que será el éxito de todos nosotros, el de la gente comprometida que lucha por un mundo mejor y que antepone los valores humanos al egoísmo personal y del sistema.

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